MICRORELATOS
LA CORONA DEL REY LEÓN
Después de que el antiguo Rey perdiera la batalla y fuera derrocado, el nuevo Rey le cortó con sus garras, salvajemente, la melena y se la colocó sobre su cabeza con orgullo, para que el resto de la manada supiera que ahora tenían un nuevo líder
Sir Helder Amos
REPARTICIÓN DE BIENES
Y cuando nos divorciamos se llevó la mitad del carro, de la casa, de mis cuentas bancarias y también se llevó la mitad de mi corazón.
Sir Helder Amos
LA CARTA DE LIBERTAD
Cuando llegó el lunes a la oficina después de un agotador fin de semana, se encontró que encima de su escritorio había un sobre blanco dirigido hacía él, y cuando lo abrió, encontró a dentro la carta de despido y una llavecita de bronce con la que pudo abrir los grilletes que lo aprisionaban.
Sir Helder Amos
QUISIMOS JUGAR AL AMOR
Cuando te conocí tú dormías con un peluche y yo no sabía dormir sin compañía. Pronto nos hicimos amigos; inseparables. Tú eras tú yo era yo. Tu tenias tus dudas y yo las mías pero entre los dos nos las solucionábamos y creábamos otras nuevas para no aburrirnos. Eso era bonito. Sin embargo, un día, quisimos jugar al amor.
Nunca estuve seguro de si fuiste tu quien quiso probar el sabor de mi boca o si fui yo quien se aventuró a descubrir el tacto de tu lengua. La cuestión es que un día, dijimos que sí, que éramos amigos pero que también podíamos ser algo más. Y así decidimos jugar al amor.
Mucho ha llovido desde entonces. Se que a ti te costó acostumbrarme a que no durmiese con otra, casi lo mismo que a mi me costó acostumbrarte a desterrar tus peluches y a dormir conmigo. El tiempo pasaba rápidamente y, mientras yo me acostumbraba a tu piel suave, tú te convertías en señora y cartógrafa de mi cuerpo. Juntos jugábamos al amor.
Y mientras jugábamos, poco a poco, fuimos olvidando nuestra amistad. Tu seguías teniendo tus dudas y yo las mías, pero ya no las solucionábamos juntos. Mientras nuestros cuerpos se acercaban, nuestros corazones se separaban. La cama, compartida cada noche, empezaba a hacerse pequeña al tiempo que las discusiones crecían. Pero nosotros seguíamos jugando al amor.
Y un día el juego se acabó. Yo buscaba tu boca, ansioso, pero tropecé con tu mejilla de amistad, cuyo tacto, antes amado y ahora olvidado, me desconcertó. Me creó un mar de dudas y un océano de enfados. Lo único que obtuve de tu boca ese día fue la noticia de que el juego había terminado.
Y ahora, mientras tu buscas mi boca de nuevo, yo te ofrezco el olor a after shave de mi mejilla porque el juego ha terminado. Quisimos jugar al amor y lo hicimos. Pero ya no. Ahora volvemos a ser los de antes, los amigos inseparables. Todo vuelve a ser como fue al principio salo una cosa: ahora soy yo quien duerme abrazando a un peluche y eres tu quien quiere tener su cama llena de gente. Tal vez así sea mejor. Tal vez sea verdad que el juego del amor terminó.
J.L. García Íñiguez
VIDAS ANÓNIMAS ( I )
Habían pasado muchos años desde que la flor de la vida se marchitó para ella. Él tenía ya 87 años. No se conocían, nunca se habían visto. Coincidieron por casualidad en aquella playa, los dos solos.
No acertaría a decir quien dio el primer paso, pero cuando se acercaron, descubrieron que se amaban desde antes de nacer. Se juraron que nunca más estarían solos.
El murió a los pocos meses, el diganóstico fue la vejez. La causa, tal vez, la soledad pasada.
Ella apenas vivió un año más. El dignóstico fue ahogamiento. La causa, la soledad presente.
J.L. García Íñiguez